viernes, 21 de noviembre de 2014

La maldita fidelidad del deporte

Como la semana pasada ya se los resumí (la última jornada de la Liga Super X), es importante compartirles ese asqueroso sentimiento  llamado fidelidad deportiva.

Los primeros años de vida de cada niño son fundamentales para decidir tres aspectos que lo marcaran por siempre: si le gustan o no los deportes, qué deporte le gusta y de qué equipo se volverá seguidor. Vamos a describir algunos ejemplos:


Fútbol Americano (o lo que los ches gringos llaman solo como futbol, porque el otro es soccer)

Gracias a uno de mis tios más queridos, ex-jugador de Cheyennes y del Politécnico a mediados del siglo pasado, agarré un gusto especial por el americano. Como comentaba, cuando comencé a ver los partidos y logré entenderle (mujeres no se preocupen, no es nada sencillo) resultaron campeones del Super Bowl XVIII en el año 1984 los Raiders de Los Ángeles. Tenía yo miserables cinco años, pero me quedó grabado en la cabezota la increíble forma de correr de Marcus Allen, que emulaba a los grandes rateros tepiteños. Ni recuerdo a su "core" Plunkett ni al gran defensivo Howie Long.


Después de eso, nada. Algunas temporadas interesantes, con jugadores estrellas como Bo Jackson, Tim Brown, Rich Gannon, o su pateador eterno Janikowski. Pero nada, hasta ayer que nos "regalaron" una sufridísima victoria, la primera en la temporada, para dejar su marca en 1-10. O sea, no mameeeeen. Ni siquiera porque fue contra sus odiados rivales los Jefes de Kansas City (en tu cara, Novarooo) tengo una sensación liberadora. Es decir, llevo ya treinta años esperando una temporada gloriosa, un equipo competitivo, grandes palizas a sus eternos rivales... pero no, al menos en el corto tiempo no sucederá. Ni porque ya se murió el peor dueño en la historia de la NFL, Al Davis, ni porque han cambiado mil jugadores, entrenadores, aguadores, y hasta de ciudad (Oakland a Los Ángeles y de regreso), nada parece cambiar su rumbo perdedor.

Y le sigo yendo a los malosos.


Béisbol

El caso con el rey de los deportes es similar. Gracias a otros tíos (también muy queridos) seguía las transmisiones del béisbol por Televisa, con el gran Sonny Alarcón y Pepe Segarra (chicas, si el americano es complicado, puedo decirles que este lo es aún más). Pues gocé el campeonato de 1989 en Serie Mundial de los Atléticos de Oakland, que tenían un equipazo: Ricky Henderson, Canseco, McGwire, el pitcher Dave Stewart y el cerrador Eckersley. Y miren que estuve muy tentado a irle a los Dodgers del gran Valenzuela, pero no, mi corazón tenía dueño.


Y para variar, después de eso tampoco nada. Muy pocas temporadas ganadoras, la famosísima campaña del moneyball en 2002 (y una parecida en 2012) y la más reciente, que fue un ejemplo de cómo tirar a la basura una campaña que parecía histórica (mandando al mejor jugador de los A's, el cubano Céspedes, a los Medias Rojas de Boston, por un pitcher, Lester, en uno de los traspasos más imbéciles en la historia del deporte). Les platico rápido que se le llamó "moneyball" a la estrategia de diseñar un equipo ganador con jugadores que ningún otro equipo en la liga quería, que fueran baratos, pero que a partir de estadísticas y bases de datos combinadas dieran resultados favorables. Pues eso sirvió para ganar un campeonato divisional, pero como dicen mis amigos Toño y Víctor, "el moneyball no gana campeonatos".

Y seguimos apoyando a los A's.


Fútbol

En este caso no me voy a detener mucho con mi equipo, porque desde que tengo memoria he visto campeón varias veces a las poderosísimas Águileeeeees (con una decada noventera de oscurantismo, pero ya superada gracias a Deus).

Pero de los que si voy a hablar es de los equipos jalisquillos. Ahí tenemos a un histórico club del Aclas, que su último campeonato fue en 1951 (si, leyeron bien), por lo que podemos deducir que la mayoría de sus aficionados que los vieron campeonar ya pasaron a mejor vida. Y miren que tienen harta afición en Guanatoland, hasta más que las birrias. También tenemos al equipo de mi alma mater UdeG (la universidad, no la cantina), que se pasaron años en las divisiones de ascenso y ahora que por fin lograron regresar, parece que es más sencillo que desciendan de nueva cuenta.

Y las maravillosas chivitas en precipicio, que ahora si están más atoradas que sexoservidora en Obregón. Imaginen la calidad que traen ahora, que si pierden con las Monarcas michoacanas el día de hoy combinado con victorias de UdeG y Puebla, además de asegurar su penúltimo lugar en el torneo, se estaría sacando la rifa del tigre para empezar como último lugar de la tabla porcentual y con altas posibilidades de irse a la división de ascenso. Como dato, ninguno de los llamados "cuatro grandes", es decir, Ame, Pumitas, Azules y Birrias, ha descendido alguna vez en su historia.


Y le siguen yendo a ese equipo de tejuineros.

Iba a escribir de los chemos del Cruz Azul, pero el chiste se cuenta solo, ¿verdad?.


¿Ya ven cómo es odioso ese sentimiento de fidelidad? Y aunque diariamente tengamos que discutir con un sinfin de villamelones (aquél que un día le va a un equipo y al siguiente a otro, por ejemplo, del Pachuca a los Xolos, o del Ame a la UdeG, o así), somos más aquellos que cada jornada tenemos que comernos las uñas, patear los sillones, gritarle a la tele y vituperar una envidiable colección de insultos carretoneros solo por el gusto de vivir la pasión deportiva. Ese sentimiento que corre por las venas, que agita el corazón, que nos hace no querer hablar con nadie y apretar los puños, ese mero, de ese estoy hablando. ¡Los odio Raiders! ¡Los odio Athletics! No es cierto. Péguenme pero no me dejen.

¿Les ha pasado?

MP




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